miércoles, 22 de diciembre de 2010

LA PRINCESA ELEFANTE.

Capítulo 13
    Y así fue cómo el enano Saltarín y su amigo el colibrí se pusieron en camino. El sol brillaba en lo alto del cielo y sus rayos jugaban a enredarse en las ramas de los árboles.
    Ya llevaban un buen rato caminando cuando Flipi, el colibrí, preguntó:
-  ¿Falta mucho para llegar, enanito Saltarín?
    El enano Saltarín sonrió y señaló con un gesto el sendero que se abría ante ellos. El colibrí volvió a preguntar:
-  Pero, ¿falta mucho o poco?
-  Sólo tenemos que atravesar el bosque del Arco Iris, ten paciencia y abre bien los ojos porque verás muchas cosas hermosas.
    En efecto, Flipi, el colibrí, se quedó con la boca, perdón, con el pico abierto cuando al ir avanzando descubrió que en ese bosque todo era de colores. La hierba no era verde ni los árboles tenían los troncos marrones, ni los animales eran de un solo color. Allí cada árbol, cada rama, cada brizna de hierba poseía un montón de colores. Hasta una cucaracha que pasaba por allí era rosa, verde y anaranjada.
-  ¡Caray! dijo Flipi Esto parece un bosque de dibujos animados.
    Pero el enano Saltarín que ahora parecía tener prisa le susurró a Flipi:
-  Ya estamos llegando. Ahora hay que tener cuidado, pues aunque la cueva es pequeña en ella vive un monstruo malísimo con el pelo azul, la cara verde y que escupe un fuego de magia negra por su enorme boca.
    Flipi, el colibrí, se quedó pensando unos segundos que un monstruo con el pelo azul y la cara verde no podía ser tan monstruo porque¿¡dónde se ha visto un monstruo de colores!?... Pero cuando oyó un rugido feroz que le hizo temblar las alas y vio que el enano Saltarín se escondía dentro de su gorro de duende ¡Glup! Cuando vio aquel ser grande, enorme, gigante saliendo de aquel agujerito que parecía ser la cueva ¡Ah! Entonces quiso irse muy lejos, a su nido, bien abrigadito con mamá y con papá cantándole canciones, con el sueño por ahí entrando ¡Pero no! Había que conseguir la llave, había que ser fuerte.
    El monstruo robacolores gritó:
    -¿Quiénes sois?, ¿de dónde venís?, ¿qué queréis?
El enano Saltarín, recuperándose del susto, con voz muy amable contestó:
-  Somos el enano Saltarín y Flipi, el colibrí. Venimos de muy lejos para conseguir la llave mágica de una jaula en la que la bruja malvada encerró a nuestra amiga, la princesa elefante.
    Y el colibrí, haciendo un esfuerzo de super-pájaro continuó:
-  Nos han dicho que la llave está en esta cueva y quisiéramos pedirte que nos ayudes a encontrarla.
    Robacolores, que era un monstruo muy, pero que muy montruo rugió riendo por su gran boca de monstruo:
-  Esa llave la tengo yo. ¡Miradla!
    Y sacando de su bolsillo una enorme llave amarilla escupió su fuego de magia negra chamuscando la punta del gorro del enano Saltarín y la punta del pico de Flipi, el colibrí.
-  ¡Ah! Estos monstruos son todos iguales se dijo para sus adentros el enano Saltarín-. Muchos gritos, mucho fuego de magia negra pero en el fondo, en el fondo son unos tontorrones. Grandes, fuertes, pero tontos, tontos, tontos
       Mientras, Flipi revoloteando de miedo alrededor del monstruo se puso a cantar. Algunos cuando tienen miedo se hacen pipí o les da la risa o se desmayan, pero a Flipi le dio por cantar y cantó como nunca antes lo había hecho una de esas canciones que su mamá le cantaba cuando era un bebé. ¿Y sabéis qué pasó? Pues que el monstruo entre las vueltas y re-vueltas de Flipi y la canción tan bien cantada se quedó dormido. La llave se le cayó de la mano y el enano Saltarín la cogió. Le hizo un gesto a Flipi y huyeron rápido para regresar junto a su amiga, la princesa elefante, que los estaba esperando

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